sábado, marzo 18, 2006

El mecenazgo en la Universidad española

EL MECENAZGO EN LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA. EL CASO DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE 1990-2000.

Comferencia pronunciada en la Universidad de Valladolid. ESTÍO 2000. PERSPECTIVAS. Dentro del CURSO 3: EL MECENAZGO Y LA UNIVERSIDAD HOY: PLATAFORMA DE NUEVOS PROYECTOS. Se trata de una transcripción de la conferencia pronunciada.

Andrés Pedreño Muñoz. Ex Rector de la Universidad de Alicante (1993-2000). Consejero Delegado de Universia



En primer lugar manifestar mi más sincero agradecimiento a la Universidad de Valladolid y a los impulsores de esta iniciativa por haberme invitado a un foro tan interesante como el Mecenazgo y la Universidad de hoy. Quizás el título no se adapte bien a lo que voy a exponer. Básicamente me centraré en las experiencias de mecenazgo de mi universidad, aun partiendo de un marco jurídico que, como es sobradamente conocido, no es excesivamente propicio para proporcionar incentivos.

Las bases muy sencillas en la que hemos sustentado la política de mecenazgo en mi Universidad estos últimos años han partido de algunas orientaciones inspiradas en el referente que siempre envidiamos en materia de mecenazgo y probablemente en otras tantas cosas, el modelo americano, y dentro de este, las derivaciones del modelo británico. Por mucho que las universidades europeas han sido pioneras en sus ochocientos años de historia en muchos temas, alcanzando un patrimonio inigualable, si queremos ver claves de futuro tenemos que mirar hacia el modelo norteamericano en este tipo de cuestiones. Entre otras cosas porque la cantidad de recursos que aplica una universidad norteamericana de referencia en estos temas es absolutamente tan desigual que provoca una situación de ventaja que da poco margen de error en términos comparativos.

Repito un ejemplo que habré dado mil veces: la prestigiosa Universidad de Stanford con sus 15.000 alumnos posee un presupuesto anual que equivale a casi la mitad del sistema universitario público español con más de 700.000 alumnos. La primera Universidad española en recursos no estaría a la mitad de presupuesto de ninguna de las 50 primeras universidades estadounidenses. Si consideramos que el Producto Interior Bruto de EEUU por habitante sencillamente es el doble que el de España, estamos lejos de las catorce veces que deberíamos multiplicar el presupuesto por estudiante de una universidad española media para equipararnos a ese privilegiado mundo.

Las universidades europeas haríamos bien en reflexionar y observar atentamente las ideas que emanan desde el modelo anglosajón en muchos temas, en los que nuestro atraso relativo es considerable. Estamos en un momento histórico muy especial para las universidades y su comprometido papel para las próximas décadas. El conocimiento se ha convertido, en la sociedad de nuestros días, en la base de la innovación y de la competitividad empresarial. Los conocimientos científicos se duplican en solamente cinco años; en algunas materias como es el caso de la informática, o de la biotecnología o la biomedicina en tan solo dos años. Las universidades pueden arrogarse un protagonismo creciente legítimo y acorde con las funciones que demanda el progreso de nuestra era. Sin embargo no todo es tan sencillo...

Cambio cultural

Para que ocurra esto han de cambiar muchas cosas. La escasez del mecenazgo universitario en nuestro país, no es sino un indicador significativo de las limitaciones generales con las que nos enfrentamos. Quizás las universidades no han propiciado un cambio cultural relevante en muchas de sus estructuras. Quizás la sociedad no absorbe el estatus que se deriva de su lógico potencial en la sociedad del conocimiento y su deseable impacto en el crecimiento de las economías modernas. Y más bien surge a veces una conflictividad absurda en el marco de la relaciones políticas cuando la colaboración podía y debía ser más fructífera.


Después volveré, recurrentemente, sobre ese temas, creo que es muy importante cuando se habla del mecenazgo o de relación universidad-empresa, en una fase, vamos a llamarla incipiente, partir de un diagnóstico global y no parcial de la situación que afecta a las universidades. En todo caso, no hay lugar para el desánimo o la pasividad. Insisto en que hay muchísimas ideas que pueden importarse sin excesivos riesgos e iniciar procesos de aprendizaje que inteligentemente concebidos pueden ser muy productivos.

El ejemplo británico es quizás un caso del mayor interés en este sentido. Sus universidades, algunas con ochocientos años, han sabido adaptar las ideas y cambios que venían del otro lado del Atlántico. En la Universidad de Cambridge no se rasgaron las vestiduras por imitar a Stanford hace treinta años y actualmente tiene 35.000 empleos en nuevas tecnologías en su Parque Científico. Oxford, que tardó un poco más, en el año 1990 hizo suyos los proyectos que abanderaban las grandes universidades norteamericanas y actualmente lidera la asociación de parques científicos de todas las universidades británicas y constituye un motor de activación dejando atrás esa visión de universidad rígida y tradicional y mirando activamente hacia las nuevas tecnologías, a la biotecnología, o a la biomedicina poniéndose al frente de un amplio liderazgo universitario en materia de transferencia de tecnología a las empresas. No debería haber conflictividad entre tradición académica y modernidad.

Es decir, historia y tradición no estan reñidas con el futuro, todo lo contrario, es decir la tradición se puede rentabilizar productivamente y es un activo de prestigio extraordinario cuando se parte de una competitividad del conocimiento que las universidades pueden proyectar en nuestra sociedad. Lo que hacen algunas de las universidades norteamericanas más antiguas es precisamente ostentar honrosamente su corta historia, aplicándole cuantiosos fondos logrados de mecenazgo y sobretodo de las vertientes en las que ha ganado esa competitividad y prestigio social que las hace ser referentes de excelencia en todo el mundo. No dudan en conciliar un cambio cultural, capaz de admitir un pasado rico, una cultura, una tradición, una historia, unas sólidas bases, con la compatibilidad y receptividad hacia las claves que inspiran el futuro. Pocas serían capaces de renunciar, en esta economía competitiva de la que hablábamos, en la era de la innovación, la internacionalización o la sociedad de la información a la imperiosa necesidad de participar y liderar socialmente los cambios y progreso que se nos demanda.

La sociedad de la información proporciona enormes ventajas que los países deben aprovechar de forma acelerada. Aquellos territorios que la asumen con interés, con fuerza, aquellos que aceleran el cambio cultural pueden hacer una apuesta de futuro con mayor solidez y con mayores garantías para el capital humano y las economías de sus países.

Aspirar al mecenazgo debería ser, pues, aceptar por parte de las universidades un liderazgo social, propiciar un cambio cultural en sus propias estructuras y mirar referentes que pueden ayudarnos en encontrar vías de progreso. Solo desde la mayor legitimidad social podríamos hacernos acreedores de este mecenazgo. Conciliar pasado, presente y futuro es una tarea de las universidades a través de los siglos. A principios de un nuevo milenio nada ha cambiado, aunque parezca que hay enormes convulsiones... los principios que nos mueven son idénticos a los que han explicado el progreso desde su génesis.

Me atrevo a más. De poco servirán mayores incentivos fiscales si no hay una cultura receptiva y propiciadora en las propias universidades de las actitudes que el mecenazgo exige. De poco servirán marcos jurídicos... Hay que crear una dinámica, una mentalidad, un clima, un ambiente propiciatorio, casi diría una entusiasta y amplia concepción del papel social que una universidad debe ostentar en nuestros días.

En esta cultura del cambio, de duros e incomprendidos inicios, tengo que presentarles las muy modestas pero también muy entusiastas iniciativas e ideas que han tenido lugar en mi Universidad en relación con este tema. Solo puede entenderse como una primera aproximación, un mero ejercicio con notable esfuerzo, en identificar caminos nada fáciles.

Nuestras iniciativas, relacionadas con una política de mecenazgo a largo plazo, han estado basadas en padres, antiguos alumnos y empresas. De ellas más que resultados podemos decir que hemos obtenido enseñanzas. Pequeños pasos que podrían hacer caminos, abrir vías, si se persiste en el tiempo.


Sembrar en la sociedad ¿empezar por los padres?

El colectivo de padres ha sido muy ajeno a la universidad española. Y más allá del mecenazgo quizás tengan mucho que aportar especialmente en el respaldo social que la universidad necesita continuamente. Si hiciéramos una indagación de uirgencia entre el colectivo universitario quizás aparecería un ¿y que pintan los padres?

Las opiniones que apartan a los padres del ámbito universitario no ayudan a que la universidad de nuestros días sea suficientemente comprendida en el ámbito social. Probablemente estamos hablando de nuestros potenciales principales aliados. ¿Qué padre no está preocupado para que su hijo tenga la mejor educación que le prepare para toda una vida laboral? ¿Qué padre puede ser indiferente a que la universidad donde estudia su hijo no tenga el mayor prestigio y relevancia social?

En nuestra experiencia de estos cuatro últimos años, la mayoría de los padres no habían pisado el recinto universitario en los tres, cuatro, cinco años en los que sus hijos cursaban sus estudios en la Universidad. Descubrimos que eran muy ajenos a lo que ocurre en el día a día de sus hijos. En ocasiones ese desconocimiento les llevaba a no apoyarlos entusiastamente en algunas iniciativas que, si hubieran comprendido bien su relevancia, no hubieran dudao en alentar. No digamos la capacidad de asesorarlos en muchas decisiones.... Para algunos alumnos la compra de un ordenador, salir a países europeos con una beca Erasmus-Sócrates, o hasta incluso, ir a la Biblioteca - 24 horas a preparar un examen puede originar desde una mueca de incomprensión hasta una rotunda negativa.

Las universidades necesitan de la complicidad social para hacer atractivo el mecenazgo

La universidad pública con unos precios simbólicos no deja muchas opciones. En este contexto una complicidad social aparentemente más fácil cae en tópico o en la apatía. Aunque el elevado pago de matricula de algunas universidades rompe la indiferencia de los padres y de las universidades, quizás también podríamos encontrar convincentes argumentos en nuestro modelo.

Las familias, padres y miembros más directos representan conjuntamente en torno el 25 % del electorado del país y nuestros ámbitos locales. Sin embargo, pocos padres dedicarían su preciado tiempo a leer artículos de opinión sobre la situación, problemas que afectan a la universidad, no digamos si lo midiéramos con los deportes u otros capítulos de gran impacto social que más vale no mencionar para no reducir drásticamente nuestras expectativas...

En una posible interacción conocer, sería el primer paso para comprender y aproximar. Solo desde la comprensión o la cercanía encontraríamos nuevos aliados dispuestos a apoyar nuestra causa. Y, sinceramente, las universidades necesitan de estos aliados. En nuestra experiencia en la Universidad de Alicante durante tres años los padres han sido invitados a visitar la universidad, a ser informados exhaustivamente de nuestros servicios, posibilidades, alternativas para sus hijos. Hemos obtenido de ellos una visión más generosa y comprensiva que la que percibimos de sus propios hijos, nuestros estudiantes. Para estos últimos, la carencia de una expectativa histórica les lleva, frecuentemente, a exigencias, actitudes, poco fértiles a la hora de aprovechar las oportunidades o corregir nuestras deficiencias.


Deseo asegurarles que nuestra experiencia de invitar a los padres durante los sábados y domingos durante los últimos tres años –siguiendo de cerca un programa similar de la Universidad de Stanford- ha sido extraordinariamente fructífera para la imagen de nuestra universidad. No ha cambiado aparentemente nada. Tampoco los costes han sido excesivos (menos de un euro por persona), alumnos voluntarios les enseñaban la universidad en pequeños grupos; los padres podían sentarse en las aulas donde sus hijos dan clase, visitar la biblioteca, la zona deportiva; les pedíamos sugerencias, o su ayuda para mejorar; les sugeríamos que apoyaran psicológicamente a sus hijos; animábamos su receptividad para facilitar el acceso a un ordenador para su hijo; la importancia de los idiomas; dialogábamos sobre la idoneidad del perfil de una titulación en relación con lo que el mercado demanda; de la importancia del diseño curricular; de las actividades culturales.... Les informamos sobre servicios que sus hijos harían bien en utilizar: el Gabinete de Iniciativas de Empleo, el Centro de Creación de Empresas, la Sociedad de Relaciones Internacionales, el Defensor del Universitario y, en general, se beneficien de muchos servicios de la universidad sobre los que probablemente no tienen suficiente conciencia de su importancia.

La valoración de este tipo de servicios es mucho más alta en los padres que en los hijos. Lógicamente los padres llevan en el mercado laboral muchos años y, probablemente han padecido o han tomado conciencia de la importancia de saber idiomas u otro tipo de conocimientos.

De alguna forma les invitamos a ser nuestros aliados, les sugeríamos a que venieran al campus periódicamente, que se sintieran cómodos. A partir de aquí, con la mayor cercanía lograda, se empiezan a generar otras ideas: carné de padres para que puedan entrar en muchas dependencias universitarias (ejemplo los restaurantes) nuestra Universidad Permanente.

Con este tipo de política creo que hemos conseguido que algunos padres hayan sentido la universidad como suya. Hemos conseguido que muchos alumnos mejoren su propia percepción de la Universidad a través de los padres. Hemos tratado de compartir de forma honesta nuestros problemas y pretensiones. Hemos sentado algunas bases para que los mecenas potenciales (allí donde estén ¡si es que están en algún sitio!) perciban una imagen positiva y pujante de la Universidad.

Si un 25% de la población nota una percepción de una universidad vital y en alza, creo que habremos dado un primer paso importante.

Antiguos Alumnos

Un colectivo clave para explicar el mecenazgo en el mundo anglosajón. Quizás para las universidades como Valladolid y Salamanca que tienen una historia muy rica y una identidad tan absolutamente espectacular sea fácil mantener a este colectivo ligado a la institución. Para una Universidad como la de Alicante, que nació en unos barracones del ejercito y aquello parecía algo muy destartalado y carente de casi todo, esra difícil que un antiguo alumno evocara hacia el alma mater poco más de cierta compasión. Incluso en las peores condiciones como las que tuvimos que afrontar en nuestro inicios, quizás estemos equivocados si no nos esforzamos en desarrollar este potencial.

Hicimos la prueba al convocar aquellas primeras promociones de la Universidad de Alicante para celebrar su 25 aniversario. Estas convocatorias fueron un éxito. El reencuentro fue entrañable. No reconocían nada: el campus, las aulas, los edificios... Hasta ellos mismos se rencontraron con una Universidad nueva. Se percibió el cambio y el progreso de la institución.

La Universidad tendrá un amplio respaldo social cuando, desde una amplia masa critica legitimada para opinar, se cree un estado de opinión favorable hacia ella... Sin esto difícilmente habrá mecenazgo o, incluso respaldo amplio de las instituciones públicas para obtener más recursos.

El contacto con los Antiguos Alumnos nos llevó a considerar los servicios del Carrier Planning de la Universidad de Pennsylvania, y la posibilidad de promocionar permanente a nuestro antiguos alumnos... Un servicio eficaz. La institución universitaria todavía era capaz de ofrecer antes de pedir... Sinceramente creo que es el mejor método.

Pero tal vez no tendríamos que remontarnos tan lejos. Esta siembra debe empezar con los antiguos alumnos que han terminado recientemente. Los Gabinetes de Empleo de las universidades son claves para intentar lograr algún resultado positivo. Ayudar a nuestros estudiantes a perfilar un desarrollo curricular coherente con las demandas más sólidas del mercado, propiciar prácticas en buenas empresas, alguna experiencia laboral previa a concluir la titulación y la propia búsqueda de empleo. El alumno toma conciencia que su universidad sigue siendo importante a la hora de apoyarle en su futuro profesional. No es una cuestión baladí. Sus necesidades de formación continua le desvelarán pronto en nuestros días una potencial relación en la que el alumno es beneficiario nuevamente.

En todo caso, se trata de un largo camino por recorrer en el que hay que empezar cuanto antes. Las Asociaciones de Antiguos Alumnos en las diversas universidades españolas son ya una realidad. Y el colectivo social que pasó por las aulas universitarias en este país ya es muy relevante... habrá que despertarlo.


Las empresas

En los últimos años las relaciones universidad-empresa han avanzado muy lentamente. Lo suficiente para percibir su importancia y asimilar las dificultades. No estoy hablando de mecenazgo. Me refiero a la capacidad de transferir conocimiento, tecnología, formación a medida, etc... Iniciativas que han impulsado con escasísimos medios Fundaciones, Oficinas de Transferencia de Tecnología ...

Estaríamos de acuerdo que, pese a sustanciales avances, es un reto también largo en el tiempo y difícil. Si preguntamos a nuestro responsables, y les pedimos que se dejen de triunfalismos, en un alarde de sinceridad quizás se atrevan a esbozarnos un panorama en el que se ponga de relieve la falta una cultura de relación empresa-universidad, la falta de comunicación, incluso el recelo entre ambas partes, por no hablar del enorme desconocimiento existente en ambos sentidos. Volvemos a repetir el estribillo: largo camino, amplias dificultades.

Y todo esto en el marco de la sociedad del conocimiento. Parece un derroche, un desatino que las universidades y las empresas no sincronicen sus caminos, no concurran, no aceleren su acercamiento, no aprovechen sus potencialidades. Si el 50% del crecimiento de la mayor economía del mundo en la mitad del último siglo se explica a través de la inversión en I+D...; si la innovación es la base para la competitividad de las empresas modernas; si los sectores de futuro se basan en un 100% en le conocimiento... ¿ A qué esperamos? ¿Se puede permitir un país no aprovechar, no sacarle el máximo rendimiento a su sistema universitario?

Es difícil explicar el enfoque, metodología, diseño y contenidos de nuestro Proyecto de Parque Científico del Mediterráneo Medpark en muy breves líneas. Era –quizás lo sea todavía- una ambiciosa apuesta largo plazo. Se trata de un espacio común llamado a compartir y convivir entre actividades empresariales y universitarias de transferencia de tecnología, innovación y formación avanzada.. Un acercamiento físico sobre la base del gran potencial que ambas partes pueden aprovechar.

Se tomaron como referencia las experiencias de mayor éxito del mundo, temas de diseño y concepción del modelo incluidos. Las nuevas tecnologías de información y las telecomunicaciones, la biotecnología, la biomedicina, la nanotecnología... han abierto el camino a sectores cuya explotación está basada en el conocimiento. Pero eso es casi anecdótico en un mundo donde las empresas tradicionales necesitan de la innovación continua para asegurar su supervivencia. Y no digamos un capital humano que a diario tiene que dedicar tiempo renovar su formación.

Cuanto más cerca, mejor. Superemos barreras convencionales, tópicos, empecemos con tareas sencillas. La empresa y la universidad deben ensayar todas las fórmulas a su alcance para hacer auténticamente productiva su potencial colaboración. Un Parque Científico es una fuerte declaración de intenciones de una universidad hacia las empresas. Un compromiso de la universidad... un paso físico e institucional hacia el cambio cultural... ¿Habrá mecenazgo de las empresas que trabajen en la universidad? ... ¿El cambio cultural será más fácil? De lo que no me cabe la menos duda es que difícilmente recogeremos cosecha sin siembra...

Nuestro proyecto de Parque Científico rozaba la utopía en un país donde es difícil que haya lugar para ellas. Sin embargo, por esta misma razón estaba muy asegurada su viabilidad potencial y antes de ser una realidad cosechó éxitos. Para mi, el más importante de todos fue el que tuvo lugar en la propia Universidad. Más allá del convenio con la propia NASA para la creación de un laboratorio de geodesia espacial o de los temas de nuevas tecnologías (software educativo, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes y sus acuerdos con Harvard, Stanford, Berkeley, Cornell...) o de las empresas locales que se ilusionaron con el proyecto, lo mejor insisto, fue como se reconvertía poco a poco un importante sector reticente de la comunidad universitaria, la conversión de una actitudes hostiles hacia talantes más receptivos, desde el escepticismo a la participación puntual ¿El cambio cultural es tan difícil? o ¿Será que nos faltan ideas para propiciarlo adecuadamente?

La Universidad, con una masa crítica de 2.000 trabajadores cualificados –la primera empresa de la provincia- un gasto presupuestario de unos 20.000 millones de pesetas al año crea un potencial local digno de ser aprovechado. Hay veces que falta una autoestima, capacidad para asumir el rol potencial...

No obstante, no bajemos la guardia, un proyecto interesante que ha vencido los obstáculos más difíciles sólo ha superado algunas condiciones suficientes... pero no todas las necesarias. Quizás por esto se hace apremiante que las universidades tengan un amplio respaldo social. No solo la idoneidad de los proyectos que generemos nos dará una oportunidad, una vía hacia el progreso. La viabilidad de tales proyectos estribará en la capacidad que tengamos de sortear todas las dificultades que un entorno político o de otro orden puede imponer en un momento dado. Un añadido más, importante.

Sería útil hacer un ejercicio mental y pensar si algunas ideas que han impulsado el mundo en los últimos cincuenta años surgidas en otras fronteras hubieran sido capaces de poder desarrollarse en nuestro ámbito local o en nuestro país. Tomar conciencia de las restricciones de partida quizás nos ayude a ser más realistas, más conscientes de nuestras limitaciones.


Nuestra historia, nuestro patrimonio.

De lo que no he hablado y estando en esta Universidad quizás sea interesante hacer una pequeña referencia es de nuestra historia. Nuestro patrimonio tenga una potencial venta en el tema del mecenazgo.

Una gran parte de los esfuerzos de mi Universidad han estado dirigidos a proyectos vinculados con el Área de Humanidades. Desde la recuperación de la memoria histórica de nuestra Universidad (Universidad de Orihuela 1545-1808), la adquisición del Parque Arqueológico de La Alcudia, nuestras apuestas museísticas... En muchas de estas iniciativas hemos recibido pequeños mecenazgos. Nada comparable a las donaciones que perciben otras universidades en el extranjero.

Aunque sea lenta esta vía es irrenunciable. Al fin y al cabo somos instituciones con 800 años de historia con capacidad para mirar al futuro.

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