lunes, marzo 20, 2006

Conocimiento, empresas y nuevas tecnologías en las universidades del siglo XXI


Conocimiento, empresas y nuevas tecnologías en las universidades del siglo XXI

Conferencia en las Jornadas sobre Iberoamérica y España, Madrid 2001 [1]: La Universidad en la sociedad del siglo XXI. Fundación Banco Santander Central Hispano. Publicada en el libro con el mismo nombre. ISBN: 84-375-0518-6

Andrés Pedreño Muñoz [2]



Introducción

Es buen momento para reflexionar sobre el modelo universitario de este siglo. En más de ochocientos años de perspectiva histórica pocas veces la universidad estuvo sometida a retos y cambios de tanta entidad. Una masa crítica de científicos de las más diversas especialidades y países propicia que se dupliquen en apenas cuatro años los conocimientos científicos que acumulan los diferentes campos de conocimiento; los avances de la ciencia acaparan casi a diario las noticias de actualidad mundial fulminando barreras en amplísimos campos del saber. En el lado opuesto, a los déficit tradicionales de formación universitaria en países pobres, se suma una división digital en las desigualdades de acceso a la información y el conocimiento, abriendo una brecha cada vez más amplia entre países ricos y atrasados.

En una muy anticipadora visión Peter Drucker calificó nuestra era actual como la sociedad del conocimiento y los economistas desde hace más de una década giraron su ojos hacia la innovación como fuente de competitividad de las naciones [3]. Ambos enfoques auguraban exigencias crecientes para las universidades en el intento de responder a retos sociales y empresariales de un alcance y entidad difíciles de prever. Sin embargo, todo apunta a que las necesidades se incrementarán aun más por exigencias y demandas que superan estos campos.

Uno de los retos más acuciante será con toda seguridad la búsqueda de un crecimiento sostenible que aleje de graves agresiones la habitabilidad del planeta, la desigualdad o limitaciones relevantes para el estado de bienestar. Habrá que reinventar una nueva revolución industrial con parámetros energéticos y funcionales muy diferentes y una agricultura ambiental sostenible que vele rigurosa y eficazmente por el medio ante la presión de una población creciente y una actividad económica claramente devastadora. Este ámbito requerirá iniciativas conjuntas y coordinadas para científicos, empresarios y políticos.

La sociedad de la información reclama otra parcela de participación muy activa de las universidades. Una herramienta capaz de introducir cambios muy profundos en el alcance y enfoque de nuestra actividad docente e investigadora, o la imprescindible eficiencia en el acceso o distribución de la información, la capacidad de desarrollar instrumentos tecnológicos muy potentes en campos muy diversos del saber.

En este contexto hay que destacar la necesidad de un compromiso universitario permanente con el subdesarrollo, la marginación, la carencia de libertades y derechos humanos, la división digital, que propician serias restricciones sobre las expectativas favorables que mencionábamos...


Los nuevos retos empresariales de la sociedad del siglo XXI y el conocimiento

Hacia el año 2050 se duplicará la demanda de energía mundial que hará insostenible la emisión actual del nivel de CO2 sobre la base de combustibles fósiles. La solución tendrá que llegar de los avances del conocimiento científico. Idénticas respuestas se exigen de otras vertientes asociadas al modelo de desarrollo actual: vivienda, consumo de agua, ciudades habitables...

La necesidad de lograr un crecimiento sostenible se ve muy frecuentemente como un freno permanente para el desarrollo. Hay que tomar conciencia de otros enfoques radicalmente distintos. Tal como señala el Presidente del MIT Charles M. Vest [4] si científicos, empresas y gobiernos cooperaran estrechamente para aplicar soluciones habría que ver el reto del crecimiento sostenible como todo lo contrario: una oportunidad científica y empresarial para nuestras economías y sus posibilidades de expansión.

Hay razones para ser optimista sobre la capacidad de la sociedad del conocimiento para afrontar retos complejos. Incluso, los avances recientes van más allá de las repercusiones que afectan a la actividad económica y se extienden hacia límites que el propio ser humano creía difícilmente conquistables. La reciente revolución del genoma humano, todavía con una generación pendiente de resultados espectaculares, tiene una digna continuación en los avances para comprender la mente y el cerebro humano[5] con proyecciones que, hace tan solo un quinquenio, rayaban en la más pura ciencia ficción. Entramos en una era en la que la ciencia podría ser apasionante incluso para el gran público [6].

No hay ninguna utopía en las posibilidades de la nanotecnología. Un campo que constituye un claro ejemplo de la productividad de la colaboración interdisciplinar entre químicos, físicos, ingenieros, especialistas en ciencias de los materiales... con desarrollos de técnicas de microscopio capaces de observar átomos y moléculas y la construcción de pinzas o “dedos” de láser para crear nuevas estructuras y materiales. En décadas venideras es de esperar, según Vest, que se empiece a construir “minúsculas nanomaquinas” que pueden llevar consigo una auténtica revolución industrial. ¿Ejemplos? Ordenadores mil veces más potentes que gastan una millonésima parte de electricidad, materiales más fuertes que el acero pero con solo un diez por cien de su peso, sensores capaces de detectar tumores con solo unas pocos células...

Las realidades quedan ya reflejadas en la dinámica de los sectores que la revista Scientific American calificó como claves para el siglo XXI [7] o en la productividad que en las últimas décadas ha reportado la investigación en campos como la biotecnología en vertientes específicas como el código genético y la terapia genética. Hay toda una base económica dependiente de la base molecular de las enfermedades con la creación de patentes desarrolladas en las universidades que han reportado inversiones de miles de millones de dólares en los últimos años y que tendrá repercusión en la totalidad de la población mundial.

Ojalá se aprendiera con rapidez las lecciones de la denominada Nueva Economía, basada en la sociedad de la información, pero que olvidó la importancia de anteponer, a sus expectativas comerciales e inversoras, una base más amplia y equilibrada que tomara como punto de partida la educación y la extensión de sus posibilidades al conjunto de la población en el contexto de un cambio cultural de proporciones notables.

Las expectativas bursátiles centradas en el comercio electrónico o el consumo masivo de información o de servicios en general han hecho olvidar la prioridad productiva que supone esta herramienta para el conocimiento y la educación. Un requerimiento previo que hubiera hecho más sólidas y fiables las expectativas económicas de la denominada Nueva Economía.


Los esfuerzos de la universidad del futuro

La ciencia y las universidades deberán tomar muy en consideración al mercado sin supeditarse a él. El desequilibrio de los esfuerzos de la ciencia en aquello que determina la demanda y la rentabilidad podría tener en las “ciencias del hombre”, tal como las aludía ya a mitad del siglo pasado Alexis Carrel, un contrapunto absolutamente necesario. Esto sirve para todos los ámbitos: desde las herramientas tecnológicas que se deben aplicar a algo más que la observación del cerebro humano con expectativas ciertas de beneficios tangibles. Sería muy triste y probablemente hasta peligroso que las universidades no profundizaran en las potenciales respuestas que se esconden en yacimientos como el de Altapuerca, o en los avances de las nuevas tecnologías aplicadas a campos como los de la arqueología, la filología, la psicología motivacional, la creatividad, las ciencias sociales, las humanidades...?


Las nuevas tecnologías de la información quizás sean la herramienta que las universidades pueden preparar para alcanzar muchas y relevantes metas educativas y científicas. No solamente en los sectores más evidentes. Incluso campos ajenos a la tecnología como los valores éticos, sociales, la lucha por los derechos humanos, el desarrollo equilibrado, la preservación de la biodiversidad van a estar avalados por comunidades coordinadas y estimuladas por una masa crítica de educadores, hasta ahora dispersos en muchos puntos del globo, que dispondrían de instrumentos muy potentes para ordenar y acceder a la información y al conocimiento, para su coordinación investigadora, la enseñanza, el intercambio de ideas, el debate, el estímulo de compartir sus avances.

Cien profesores de una materia especializada podrían estar separados físicamente en más de veinte países diferentes sin alcanzar una masa crítica relevante para impulsar ambiciosas líneas de investigación. Sin embargo las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones permiten una cercanía y sincronización de sus actividades inimaginable hace escasos años. Por ejemplo, pueden compartir y acceder a la misma información en tiempo real. Coordinar sus investigaciones a través de Internet publicando de forma inmediata sus avances en revistas científicas digitales mediante una URL permanente que recoja la evolución y dirección de sus progresos[8]. Sin desplazamientos físicos, compartir congresos virtuales o seminarios “permanentes” por videoconferencia, debatir en foros o en chat sin costes adicionales, simultanear una misma pizarra electrónica, compartir sus Bibliotecas Digitales o las de ámbito mundial[9], crear “paquetes didácticos de e-learning [10]... Todo esto sin que los diferentes idiomas fijen barreras relevantes mediante el apoyo de motores de traducción que traducen en brevísimos segundos un artículo científico.

Hay una auténtica revolución del aprendizaje y la generación del conocimiento a través de herramientas capaces de multiplicar notablemente la productividad de los recursos que desarrollan la investigación y el aprendizaje. Y todo esto partiendo de que Internet y el desarrollo de las aplicaciones de las NT de la información y las tecnologías está en su infancia, sin que todavía seamos capaces de evaluar con exactitud sus desarrollos potenciales o sus más directas consecuencias para la educación de esta nueva era.

Una de la restricciones sobre el alcance de la denominada Nueva Economía ha sido la excesiva confianza en un cambio cultural espontáneo y sin costes a escala de la población mundial. No se ha evaluado la necesidad de políticas más activas a la hora de preparar a nuestros estudiantes para trabajar en las cotas más altas de complejidad, romper los límites interdisciplinarios o potenciar unas relaciones inteligentes entre la ciencia, la industria y el gobierno. Las universidades tendrán que jugar un papel mucho más activo y decisivo [11]. No olvidemos que todavía hay quienes dentro de la Academia consideran Internet como algo irrelevante, nocivo e incluso peligroso [12].

Aunque solo fuera por el hecho de que la sociedad, la industria, necesitan una mano de obra preparada para resolver los inminentes y ambiciosos desafíos tecnológicos o los propios imperativos de la denominada Nueva Economía, nuestras universidades deben comprometerse muy activamente en resolver las necesidades del futuro y no anclarse pasivamente y de forma conformista en el pasado o en la tradición: sería incluso el más flaco favor a los saberes mal denominados tradicionales [13].

Por una parte la economía, el crecimiento, las empresas se hacen más dependientes del conocimiento, del desarrollo de avances científicos, de la superación de viejas barreras. Por otra parte las universidades tienen la obligación social de asumir nuevos compromisos.

La estrategia de la universidades no es fácil. Es evidente que las nuevas tecnologías no son nada más que una herramienta incapaz de ser eficaz por sí sola si no van acompañada de otros relevantes compromisos por parte de las universidades: internacionalización, desarrollar una investigación competitiva, propiciar nuevas fórmulas de aprendizaje (formación continua, adulta, reciclaje, paquetes formativos digitales multimedia, etc.). Pero sobre todo las universidades y los gobiernos tendrán que reinventar unas nuevas relaciones entre la ciencia y las empresas.


Universidades: viejos retos.

Las universidades españolas han estado sometidas durante las dos últimas décadas, coincidiendo con la implantación de la democracia en nuestro país, a una presión social muy fuerte. En menos de ocho años se duplicó el número de alumnos universitarios (alcanzando el listón del millón y medio) y en buena medida su contribución fue decisiva para evitar que la tasa de desempleo juvenil española fuera muy superior al ya inadmisible 40 por 100 y llegara a extremos socialmente insostenibles. Frecuentemente he sostenido que, aunque solo fuera por esta respuesta social, la Ley de Reforma Universitaria habría cumplido un importante papel en desarrollar un modelo que dotaba de capacidad autónoma a las universidades para con muy escasos recursos afrontar con dignidad una masificación sin precedentes en nuestro país [14].

¿Quedaron atrás los reflejos políticos? En los últimos diez años ocho diferentes ministros ocuparon la cartera del Ministerio de Educación. Con las competencias educativas transferidas, algunas Comunidades Autónomas igualaron tal inusitado récord de inestabilidad. No sería muy descabellado pensar en una carencia de perspectiva para abordar la entidad y complejidad de la educación. Quizás con mayor razón para afrontar una estrategia de política científica y tecnológica enfocada con la perspectiva del largo plazo.

Una directa consecuencia de la falta de estabilidad política ha sido la carencia de un respaldo financiero consecuente con la exigencias no solo de demanda estudiantil. A otras vertientes apenas se les ha dado relevancia: transferencia de tecnología, capacidad para incentivar la innovación de las empresas, el reciclaje formativo de nuestra población activa. En suma, no se ha pensado en las universidades con un enfoque dirigido a fortalecer activamente la competitividad de nuestras empresas y la generación de empleos sólidos en el mercado laboral español.

En parte hasta las propias universidades han sido presa de lo que podríamos denominar una “ilusión óptica”. El crecimiento estudiantil daba paso en todos los campus a inversiones para relevantes ampliaciones en infraestructuras y equipamientos, importantes volúmenes de contratación de profesorado y servicios, nuevas titulaciones, centros, universidades... Sin embargo, un análisis un poco más profundo revela otra cruda realidad: la cuantía de contratos precarios del profesorado en el 2001 es superior en términos absolutos y relativos a la que existía en pleno movimiento de los PNNs a principios de los ochenta. Más: con un gasto universitario inferior al 0,8% del PIB nuestro país se sitúa a la mitad de la media de los países de la OCDE (en torno al 1,5 por 100). La financiación pública por estudiante apenas ha variado en correlación con el crecimiento del PIB. Estos datos serían más grave si evaluáramos las exigencias de ciencia y la tecnología...

En mi opinión quizás se han confundido los términos del debate. No falla una regulación específica de los órganos de gobierno, o quizás no deberíamos ser excesivamente severos sobre la comprensible debilidad del acceso al régimen del profesorado... Tampoco las arengas sobre las virtudes de la calidad por decreto nos llevarán muy lejos. Aunque haya cuestiones muy mejorables y críticas muy razonables y sólidas, sin recursos, sin una financiación más ambiciosa sujeta a objetivos, será imposible que las universidades españolas afronten los retos aludidos en apartados anteriores.

Muy especialmente será difícil que se acometan tres objetivos sociales de la mayor entidad en un país moderno:

· El reciclaje y la formación continua tras una mayor calidad docente en las titulaciones existentes.
· La relaciones con las empresas, la investigación competitiva, la transferencia de tecnología y la capacidad futura de innovar y competir.
· La educación, en una explotación intensiva de las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones [15].

Nos ocuparemos muy brevemente de estas dos últimas.


Universidades que tratan de atraer a las empresas

Hace tres décadas resultaba cuestionable para la vieja guardia del profesorado de una de la más antiguas universidades europeas y pletóricas de tradición académica, Cambridge, el seguidismo norteamericano que se hacia con un proyecto bajo la denominación Cambridge Science Park [16]. Veinte años más tarde la Universidad de Oxford trataba de impulsar con celeridad su Oxford Science Park y otras muchas instituciones de enseñanza superior británicas (Warwick, Sheffield...) presentaban resultados muy esperanzadores en sus políticas activas de atracción de empresas demandantes de investigación, tecnología, innovación, formación continua.

Pensar que el Reino Unido constituía una realidad aparte de los Estados Unidos es algo que nos resulta familiar en algunos discursos aquí que tratan de ver en la situación española una realidad ajena y distante a estas iniciativas [17].

Las universidades españolas pese al citado contexto de los últimos años marcado por los condicionantes de la masiva afluencia de estudiantes y la carencia de recursos financieros suficientes han alcanzado un puesto relevante y digno en la investigación básica y aplicada en muchos campos de la ciencia y la tecnología. También han afrontado con cierta heroicidad sus primeras Oficinas de Transferencia de Tecnología (OTRIs) y han impulsado costosas infraestructuras, equipamientos y servicios a la investigación a partir, sobretodo, de los fondos estructurales europeos.

A esto hay que unir el reciente diseño de Parques Científicos y Tecnológicos [18] y otros éxitos jalonados en iniciativas, proyectos competitivos, etc. Por parte de las empresas, los informes de la Fundación COTEC van en una línea convergente en la necesidad de una toma de concienciación de las relevantes iniciativas que deben tomarse en beneficio de otra dimensión y cultura de las relaciones universidad – empresa. Hay que concebir la disminución de la demanda de estudiantes como una oportunidad para desarrollar un potencial investigador mucho mayor dentro de nuestras universidades.

Todo esfuerzo en este campo puede resultar escaso. Dista mucha distancia todavía en el objetivo de adoptar el modelo de relación Universidad-Empresa deseable que permitiera alcanzar los retos antes apuntados. Siendo realistas hay que partir de la carencia de una auténtica cultura que haga realmente fructífera la relación entre las empresas y las universidades. Existen todavía barreras relevantes. Aunque es un tema complejo y requiere una mayor profundización recordemos a modo de síntesis;

Por parte de las universidades:

-Una financiación insuficiente que abarque muchos frentes de forma equilibrada y gradual en materia de investigación.
-Una tendencia a ponderar líneas de investigación muy poco cercanas a las demandas de las empresas y sujetas a escasas exigencias sobre resultados productivos. Esto incluso en la denominada investigación aplicada de muchas áreas.
-Escasos mecanismos e instrumentos –incluso voluntad e interés- para recoger las necesidades y prioridades de las empresas. Esto pese al avance en servicios e instituciones en los últimos años.
-Inexistencia de incentivos o cauces de diálogo y encuentro que hagan la relación fluida y productiva.
-Contratación de profesorado y dotación de recursos sujeta a la demanda docente. Inexistencia de recursos que den prioridad a la investigación como objetivo fundamental.
-Políticas de calidad para afianzar la investigación competitiva tanto básica como aplicada.

Por parte de las empresas:

-Escasa o nula cultura en demandas de investigación o políticas de innovación en los sectores más tradicionales y en las pequeñas y medianas empresas dominantes en la mayor parte del tejido productivo español, especializado en sectores maduros, muy dependientes de tecnologías importadas.
-Escasa participación en sectores de futuro.
-Elevada tasa de mortalidad empresarial, consecuencia de la escasa capacidad innovadora de los sectores y la empresas. Incapacidad para identificar las ventajas competitivas reales asociadas a la investigación y al potencial de las universidades en general.
-Falta de incentivos suficientes. Dimensión de ayudas europeas no ajustada a las posibilidades de una gran parte de sectores y empresas.

Pese a estas restricciones, casi 70 universidades repartidas por toda la geografía española suponen una excelente red para practicar políticas activas en beneficio de una capacidad de innovación de las empresas basada en el potencial de los servicios de formación e investigación de nuestras universidades. La disociación de la Ciencia y la Tecnología de las universidades no ayuda en nada a aprovechar estas potencialidades.

En otras publicaciones he defendido el desarrollo gradual de Parques Científicos en el marco universitario español [19]. Otras vías más modestas adolecerán de insuficiencia y terminarán por acentuar la dependencia del sistema productivos español y sus empresas. Por otra parte nuestras universidades carecerán de un potencial suficiente para acometer los retos que socialmente se exigen a los países más avanzados. En síntesis: debilidad para las empresas y las universidades en términos internacionales. No estamos ante un tema fácil, su complejidad requiere de la mayor colaboración entre gobiernos, empresas y universidades, en la línea que señalábamos al principio. En los momentos actuales, lejos de la toma de conciencia de la experiencia internacional, haría una falta acercamiento de posturas que no se encuentran ni mucho menos cerca en muchos casos para abordar con ambición este tipo de proyectos.


Los retos colectivos en las Nuevas Tecnologías de la Información y las Telecomunicaciones.

Hay campos en los que cada universidad puede desarrollar sus propias potencialidades y ayudar a afianzar la Nueva Economía y sus vertientes empresariales y comerciales. Tal como señala Joseph Stiglitz (Stanford, ex Presidente del United States Economic Council):

“Si el mercado de Internet falla no será porque nos haya faltado la tecnología, la visión o la motivación, será porque habremos sido incapaces de marcar un camino claro y poner las condiciones para que todos juntos podamos seguirlo. Lo importante no es prever como cambiarán las bases – plataformas tecnológicas sino cómo se gestiona el proceso de cambio y cómo se ayuda a los mercados, a la población a asumir estos cambios”.

El desarrollo de Internet en un país como Estados Unidos fue precedido por un síntoma inequívoco previo: en sus universidades su implantación, asimilación y aceptación superó barreras todavía lejanas en el ámbito hispánico[20]. Los resultados y situación se evidencian en la totalidad de la población con un techo del 50%. En otros países no superamos el 15% [21].

Sin embargo, la entidad de algunos retos implicaría que las universidades salgan fuera de sus propios ámbitos para establecer las redes y mecanismos de cooperación científica que aseguren su competitividad y saquen todo el partido a las herramientas e instrumentos que se les brindan.

Estos movimientos empiezan a vislumbrarse en el mundo anglosajón y en el hispano:

· Fathom con instituciones como la London School of Economics, Cambridge University Press, University of Michigan, New York Public Library, British Library, Natural History Museum...
· Lexington Group consorcio de unas 50 universidades con más de 50 universidades asociadas.
· UNEXT proyecto con Columbia Business School, Stanford University, Carnegie- Mellon, ...
· Universia proyecto hispánico con más de 300 universidades pertenecientes a diez países [22].

Hay sobradas razones para afrontar estos retos en proyectos de forma colectiva:

· La incertidumbre creada por la fuerte y rápida innovación tecnológica. La posibilidad de hacer desarrollos específicos de gran interés queda relegada rápidamente por saltos tecnológicos que abren nuevas potencialidades.
· La complejidad del cambio cultural y las implicaciones para los diferentes colectivos universitarios.
· La competitividad exigible al denominado e-learning y la necesidad de acentuar la especialización docente de las universidades ante una cierta globalización del conocimiento.
· Un nuevo enfoque en la concepción y administración de los derechos de la propiedad industrial y la difusión del conocimiento.
· El “Efecto exposición” y acceso a la información de los potenciales competidores. El usuario incrementa sus exigencias al poder analizar y comparar de forma inmediata todas las ofertas

Para finalizar

En la era del conocimiento, las universidades deben incrementar sus funciones y su capacidad de proporcionar respuestas eficientes a las empresas en materia de formación e investigación competitiva.

Este tópico choca con una cultura muy escasa –incluso podría decirse que adversa- en las relaciones Universidad-Empresa. Pese a avances en los últimos años, se carecen de métodos de potenciación y aceleración de una relaciones cuantitativa y cualitativamente fructíferas. Es más cabría hablar de riesgos de estancamiento dentro de las exigencias que impone la era del conocimiento y la innovación en la que vivimos. Se impone la necesidad de políticas muy activas y coordinadas entre políticos, empresarios y científicos.

El papel de las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones puede ser clave si se generan unas bases sólidas sobre el ámbito, la extensión y el cambio cultural necesario para sacar el máximo partido a esta herramienta. No deben confundirse los términos y las decisiones deben ir dirigidas hacia objetivos prioritarios fructíferos.

Para asumir los nuevos retos de la sociedad del conocimiento y la innovación las universidades deben fomentar el uso de nuevas herramientas y modelos más eficaces e idóneos para poder satisfacer las demandas sociales y empresariales en sus respectivos ámbitos territoriales. Sin olvidar que en muchos aspectos deben medir sus actividades y proyectos en un ámbito de colaboración internacional y de competitividad.

Notas en el texto

[1] Bajo la Presdiencia de Honor de su Majestad el Rey contaron con la participación de: el escritor Carlos Fuentes, Rafael Pujol (rector Universidad Complutense de Madrid), Jaques Marcovich (Rector de la Universidad de Sao Paulo), Darío Villanueva (Rector de la Universidad de Santiago Compostela), Augusto Argandoña (Rector de la Universidad Mayor de San Simón), Saturnino de la Plaza (Presidente de la CRUE), Rolf Tarrach (Presidente del CSIC), Rafael Guarga (Rector de la Universidad de la República de Uruguay), Raúl Villar (Rector de la Universidad Autónoma de Madrid), Jaume Pajés (Rector de la Universidad Politécnica de Cataluña), Oscar Shuberoff (Rector de la Universidad de Buenos Aires), Ubaldo Zúñiga (Rector de la Universidad Santiago de Chile), Andrés Pedreño (Consejero Delegado Universia.net) Juan Ramón de la Fuente (Rector de la Universidad Autónoma de México) Juan Ballesta (Rector Universidad de Murcia) Manuel E. Patarroyo (Director de la Fundación Instituto de Inmunología).

[2] Consejero-Delegado de Universia.net. Fue rector de la Universidad de Alicante durante los años 1993-2000.

[3] Michael Porter en su ya muy conocida obra “Las ventajas competitivas de las naciones”.

[4] . Education for a New Era http://web.mit.edu/president/communications/guildhall.html

[5] . ¿Cómo aprendemos? ¿cómo recordamos? ¿por qué olvidamos?. La tecnología llamada Imagen de Resonancia Magnética Funcional permite observar como trabaja el cerebro en tiempo real. Esto permite trazar expectativas para desarrollar soluciones destinadas a las depresiones, Alzheimer o para los educadores en los procesos de aprendizaje del ser humano.

[6] . Hace un par de décadas hubiera sido imposible pensar en un canal de TV. comercial dedicado a divulgar los descubrimientos científicos y tecnológicos. Hoy ya es una realidad. Este interés y optimismo que llega a amplias capas de la población debería contagiar, sin triunfalismos fáciles, a las universidades a la hora de evaluar sus propias potencialidades.

[7] . Redes sin cables, Redes ópticas, Software inteligente, Raíles de alta velocidad, Nuevos conceptos de navegación espacial, Terapia genética, Órganos artificiales, Materiales auto- ensamblajes, Maquinaria microscopia, Superconductividad de alta temperatura, Ecología industrial y Agricultura sostenible.

[8] . Proyecto HighWire Press de la Universidad de Stanford.

[9] . Por ejemplo: http://www.cervantesvirtual.com

[10] . A estas alturas resulta ocioso plantear la necesaria complementariedad de lo presencial y virtual.

[11] .No obstante estas afirmaciones, tengamos muy presente la prudente opinión del Presidente de Harvard University: “Los que nos atrevemos a hablar sobre el futuro de Internet y la sociedad, podemos estar más o menos seguros que nos equivocaremos, a veces por un margen bastante amplio, en todas nuestras predicciones” (Address to the Tirad Harvard University Conference on the Internet and Society).

[12] . ¿Internet peligroso? Cuando se inventó la imprenta, surgió una desconfianza y escepticismo parecido al actual en cuanto al sobreuso y abuso de, en el caso del siglo dieciocho, el libro. El filósofo Diderot dijo que llegaría el día en el que “será casi tan difícil aprender algo de libros como aprender del estudio directo de todo el universo. La imprenta, que no descansa nunca, llenará edificios enormes con libros.....el mundo del aprendizaje – nuestro mundo – se ahogará en libros”. Y en la misma época en Alemania en 1795, un tratado sobre la salud pública advirtió que leer demasiado provocaba “una mayor posibilidad de contagiar constipados, dolores de cabeza, debilidad de la vista, erupciones cutáneas, gota, artrosis, pulmonías, enfermedades nerviosas, migrañas, epilepsia, hipocondría y depresión” Internet está repitiendo la historia en el sentido de que de repente tenemos acceso directo y sin límite a todo un nuevo mundo de información y conocimiento que nadie nos ha enseñado a administrar o gestionar. De hecho, no es fácil navegar por Internet; hay mucha información difícil de clasificar, y no sabemos siempre valorar la calidad o autenticidad de materiales disponibles.

[13] . Mi colega y amigo Decano de la Facultad de Humanidades de la UA, profesor Aura Jorro, ha defendido con gallardía intelectual esta tesis para su Facultad. Resulta paradójico que se vea más claro desde la perspectiva de su especialidad: dos mil quinientos años de la Grecia antigua que muchos jóvenes despistados en la jungla histórica de los últimos siglos, incluso últimas décadas...

[14] . Los universitarios somos muy dados a la autocrítica aunque con frecuencia nos veamos sumidos en unas consecuencias muy negativas dada su utilización desde el oportunismo político.

[15] Como dice el rector de Harvard: las universidades tienen que ejercer auténtico liderazgo en el proceso de cómo aplicar de forma imaginativa y sensata las mejores tecnologías para crear mejores entornos de formación y aprendizaje. Esto es fundamental, porque de nada sirve toda la información del mundo, si no se utiliza inteligentemente. El Internet no nos dice qué hacer con todas las personas o sociedades que no se puedan permitir tener acceso a él. No nos dice cómo ayudar a los que se quedan atrás en la carrera....no nos explica cómo crear una sociedad más justa y humana. Para encontrar las respuestas a este tipo de problemas necesitamos, como siempre ha sido el caso, cerebros, valores y decisión humanos.

[16] . Tuvo que ser su Trinity College quien se encargara de su gestión e impulso.

[17] . Probablemente sea una reedición más actual de aquel viejo lema franquista “que inventen ellos”.

[18] . Madrid-Carlos III, Barcelona, Autónoma de Barcelona, Pompeu Fabra, Alcalá, Santiago de Compostela...

[19] El libro: “Universidad: utopías y realidades”. Versión on line del mismo:
http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=17562

[20] En Harvard, más de mil asignaturas ya cuentan con sitios web sofisticados, que comparten con estudiantes mucha información que solo se obtiene a través de Internet. Foros, debates en línea después de debates en clase, tutoriales en línea etc... Cifras que demuestran el impacto que Internet tenía en la vida de Harvard hace 5 años: en 1995, la página web de Artes y Ciencias en Harvard recibió 150.000 visitas en marzo 1995. Solo un año mas tarde, en el mismo mes, recibió 2.3 millones de visitas.

[21] Es curioso que en las Nuevas Tecnologías de la Información, incluso en la sociedad de la información, países como Brasil, India, Pakistán hayan experimentado un fuerte impulso y desarrollo que va más allá del que cabría esperar de su grado de desarrollo, si bien con una división digital dentro de su propia estructura social.

[22] . Argentina, Brasil, Chile, Colombia, España, México, Perú, Portugal, Puerto Rico y Venezuela. Ver: http://www.universia.net

Madrid, Año 2001

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